Cuando los ejército imperiales cruzaron el Bidasoa, en París se pensó que con la ocupación de Madrid y el desguace de la monarquía borbónica, los asuntos de España estarían resueltos en cuestión de semanas.
Cuando los ejército imperiales cruzaron el Bidasoa, en París se pensó que con la ocupación de Madrid y el desguace de la monarquía borbónica, los asuntos de España estarían resueltos en cuestión de semanas. Sorprendió la resistencia en la capital y el fenómeno que paulatinamente se fue extendiendo en el territorio peninsular. Y en un primer momento, incluso, llegó a infravalorarse. A pesar de las desgarradoras imágenes que Goya nos dejó, síntesis del sacrificio y también la impotencia de los españoles ante la represión francesa, el balance de la primera parte del año 1808 no fue tan malo para los que se alzaron contra la ocupación. Cierto es que hubo alguna batalla, como la de Medina de Rioseco, de arrollador triunfo francés, pero éste quedó compensado por el fracaso de los imperiales ante Valencia, en junio, y por las derrotas que sufrieron en Mengíbar y Bailén al mes siguiente. Los ejércitos imperiales terminaron por retirarse prudentemente al otro lado del Ebro en espera de tiempos mejores. Nunca lo hubieran pensado. "Les affaires d'Espagne" se complicaban. Sin embargo apartir del otoño las tornas cambiaron. Napoleón en persona se dirigió a España para tomar las riendas de la campaña. Zornoza, Gamonal, Espinosa de los Monteros, Somosierra, Tudela y Madrid son nombres de batallas que jalonaron los triunfos imperiales y las derrotas de los ejércitos españoles. Ante ese desgaste, 1809 empezaba con los peores augurios. Y los peores augurios se cumplieron en Almonacid. Leopoldo Stampa, experto en el estudio de la Guerra de Independencia Española, vierte en estas páginas sus profundos conocimientos sobre el conflicto