Ante el estancamiento del frente, deseoso de obtener una victoria decisiva, Falkenhayn decidió lanzar un ataque en febrero de 1916 contra una posición a la que los franceses no podían renunciar. La ofensiva alemana no consiguió sus objetivos iniciales y la voluntad francesas de no ceder terreno, encarnada por Pétain, convirtió la lucha en una batalla de desgaste en la que unidades enteras desaparecían aplastadas por la mayor concentración de atillería conocida hasta entonces.
Ante el estancamiento del frente, deseoso de obtener una victoria decisiva, Falkenhayn decidió lanzar un ataque en febrero de 1916 contra una posición a la que los franceses no podían renunciar. La ofensiva alemana no consiguió sus objetivos iniciales y la voluntad francesas de no ceder terreno, encarnada por Pétain, convirtió la lucha en una batalla de desgaste en la que unidades enteras desaparecían aplastadas por la mayor concentración de atillería conocida hasta entonces.
El enquistamiento de la situación propició combates épicos, como la lucha por el fuerte Vaux, la colina Mort Homme o la cota 304, donde perecieron miles de hombres para conseguir avances de unas pocos decenas de metos.
El último esfuerzo alemán contra el fuerte Souville, en julio, daría paso a un posterior contraataque francés, en el otoño, que reconquistó la mayor parte del terreno perdido y estabilizó el frente en ese sector casi hasta el final de la guerra.