Pese a que al comienzo del conflicto, los sublevados casi no poseían medios blindados, los militares deseaban disponer de alguna protección cuando se enfrentaran a sus enemigos. Se trataba, simplemente, de desplazarse en un medio que ofreciera cierta salvaguarda frente a pistolas y fusiles enemigos, muy presentes en cualquier lugar de la geografía hispana en los momentos iniciales de la sublevación.
Descripción
Pese a que al comienzo del conflicto, los sublevados casi no poseían medios blindados, los militares deseaban disponer de alguna protección cuando se enfrentaran a sus enemigos. Se trataba, simplemente, de desplazarse en un medio que ofreciera cierta salvaguarda frente a pistolas y fusiles enemigos, muy presentes en cualquier lugar de la geografía hispana en los momentos iniciales de la sublevación.
Lo mismo que ocurrió con los realizados en Ferrol, Valladolid, Palencia, Pamplona o Zaragoza, los sublevados se procuraron unos medios precarios –pero inicialmente suficientes– para atender sus necesidades de suministrar víveres, armas y municiones a enclaves del territorio dominado por ellos, para transportar tropas y para impresionar al enemigo y a la población civil no afecta, amén de dar ánimos a los propios combatientes. En ningún caso los blindados de circunstancias fabricados en el fragor de los acontecimientos estaban pensados, ni siquiera fabricados, como vehículos de combate.
Algo muy diferente serán los carros de combate diseñados durante la campaña por las tropas de Franco. Éstos, aunque fueron pocos y ninguno pasó de la fase de prototipo, sí podemos considerarlos vehículos blindados aptos para el combate.
Con este libro se cierra la saga de los blindados presentes en el Ejército nacional durante la Guerra Civil Española.