La Patrulla Un relato mirando el cuadro del Maestro Ferrer-Dalmau ¡Qué calor hace…! El soldado avanza abrazando su fusil atento y alerta, pendiente de todo lo que tiene a su alrededor, los camaradas, aquellas figuras imprecisas que se desdibujan sobre la loma, los pies uno tras otro, los ojos vivos, el corazón embutido entre los pliegues de sus chaleco antifragmentos, los sentidos enfocados en cumplir con su deber, con su obligación. Los compañeros dependen de mí y no puedo fallarles.
La Patrulla
Un relato mirando el cuadro del Maestro Ferrer-Dalmau
¡Qué calor hace…!
El soldado avanza abrazando su fusil atento y alerta, pendiente de todo lo que tiene a su alrededor, los camaradas, aquellas figuras imprecisas que se desdibujan sobre la loma, los pies uno tras otro, los ojos vivos, el corazón embutido entre los pliegues de sus chaleco antifragmentos, los sentidos enfocados en cumplir con su deber, con su obligación. Los compañeros dependen de mí y no puedo fallarles.
¡Qué calor hace…!
Reverbera el aire caliente del desierto sobre las montañas peladas haciendo que la realidad y la irrealidad se mezclen ardientes sobre la arena y las piedras. Avanza la patrulla paso a paso, metro a metro, midiendo las distancias, observando el terreno, son buenos soldados con siglos de gloria en las espaldas, herederos de los que un día hicieron temblar al Mundo entero. Son buenos soldados y avanzan precavidos pero confiados, llevan allí ya tiempo y hasta del enemigo se han ganado el respeto.
¡Qué calor hace…!
El camino se extiende infinito y se adentra en las montañas lejanas, la patrulla avanza. Esta mañana temprano desayunaban todos mientras revisaban sus armas y escuchaban las órdenes y las reglas y las cosas de siempre. Machacona rutina militar que te puede salvar la vida, porque a fin de cuentas esto es Afganistán y hay disparos y hay bombas y hay minas. Agua, munición, la cabeza despierta y el ánima dispuesta, mil ojos y mucha calma, aunque la cosa se ponga fea. Y los hombres de la patrulla bromean y sonríen a pesar de todo, con la sonrisa amarga del soldado que no sabe si regresará vivo o entero, y aún así allí va: Erguido, orgulloso y dispuesto.
¡Qué calor hace…!
El aire cálido golpea los rostros curtidos de los hombres que avanzan. Trae olor a limpio, a naturaleza salvaje e inhóspita, a montañas que se nievan y praderas que se cuecen bajo el sol, olor al Oriente salvaje que buscaba Alejandro. Los hombres apenas hablan, se entienden por gestos, por miradas, por leves movimientos de cabeza, son todos veteranos, hermanados bajo la bandera de la milicia, soldados en tierra extraña, españoles en un ignoto y perdido rincón del Mundo, igual que hacía siglos. La patrulla avanza y en cada brazo izquierdo de cada uno de ellos, a veces el sol ilumina un trazo rojo y gualdo, un trazo como el fuego, un trazo que brilla fugaz al sol del desierto.
¡Qué calor hace…!
La patrulla avanza. Y cuando el soldado de retaguardia ve saltar el destello rojigualdo, le dice bajito al afgano que le acompaña, al camarada que se juega la vida junto a ellos:
— ¿Ves Rachid?... Así de hermosa es mi bandera…
FIN
Dedicado al Maestro Ferrer-Dalmau por su amabilidad, su cercanía, su valor humano y por supuesto por su magnífico trabajo que llena el corazón de orgullo por nuestra historia pasada y presente y es una ventana de luz en un mundo oscuro y frío.
¡Muchas gracias Maestro!