En el corazón de la Línea Gustav, formidable barrera defensiva alemana erigida en Italia, y dominando la ruta hacia Roma, se situaba Montecassino, colina de difícil acceso coronada por una centenaria abadía. La batalla que allí se desarrolló fue, indudablemente, una de las más encarnizadas y terribles de toda la II Guerra Mundial.
En el corazón de la Línea Gustav, formidable barrera defensiva alemana erigida en Italia, y dominando la ruta hacia Roma, se situaba Montecassino, colina de difícil acceso coronada por una centenaria abadía. La batalla que allí se desarrolló fue, indudablemente, una de las más encarnizadas y terribles de toda la II Guerra Mundial. El mismísimo general Mark Clark se refirió a ella como «la más horripilante, quizás la más trágica etapa de la guerra en Italia».
Entre enero y mayo de 1944, estadounidenses, británicos, franceses y polacos trataron desesperadamente de conquistar esta vital posición, chocando una y otra vez con la tenaz resistencia enemiga, hasta que, por fin, lograron izar la bandera en las ruinas de la abadía.
Con su resistencia a ultranza, los Fallschirmjäger, paracaidistas germanos, centro de gravedad del sistema defensivo alemán, demostraron, una vez más, ser de los mejores soldados que combatieron no solo en las batallas de Montecassino, sino también a lo largo de toda la guerra.